LP - ¿Cuándo supiste que la comunicación iba a ser tu profesión? ¿Dónde te formaste cuando decidiste ese camino?
S.C. - Lo supe cuando ya llevaba algunos años en el periodismo. Quería ser escritora -de ficción, y algo de poesía- y por eso estudié Literatura y Lenguas Modernas en la UBA; entonces no existían los talleres literarios. Al año de recibirme comencé a trabajar en la sección literaria de La Opinión, con lo que continuaba con aquel plan; pero comenzaron a encargarme otras notas sobre espectáculos, en especial sobre música popular -tenía una pequeña formación musical ya “de familia”- y danza, ya que había hecho danza clásica durante muchos años, incluso en la escuela del Colón. Terminé de asumirme y formarme como periodista cuando ingresé a Clarín en 1983, con la práctica.
LP - En algún momento de tu carrera profesional tuviste la necesidad de publicar el primer libro. ¿Qué fue lo que te motivó hacerlo?
S.C. - Fue precisamente eso: la necesidad de trasmitir la experiencia a la nueva generación de periodistas. A mediados de los ’80 comenzaron a abrirse carreras de periodismo y comunicación, en general con buena base teórica pero con docentes con poco “rodaje” en las redacciones, por lo que las y los flamantes profesionales a menudo no sabían por dónde empezar cuando se les encargaba una nota. Entonces, con Luis Pazos decidimos escribir “Así se hace periodismo”, un manual introductorio al periodismo gráfico.
LP - La provincia de Tucumán despertó tu interés hace tiempo. ¿Considerás que ese territorio tiene particularidades que no se dan en otros lugares del país para ser investigadas?
S.C. - Sí. Tucumán es una provincia pequeña, que tuvo fuerte población rural -basada en el monocultivo de la caña de azúcar- hasta que el dictador Onganía cerró once de los veintisiete ingenios -de 1966 a 1968-; esto provocó una catástrofe social de la que nunca se repuso. Comencé a viajar a Tucumán, por diversas notas para Clarín, hacia fines de los ‘80, y siempre revivía la sensación de estar en la posdictadura. Con el tiempo, las recorridas y las investigaciones pude explicármelo, y de eso se trata mi último libro, “Tucumantes. Relatos para vencer al silencio”. El terrorismo de Estado se inició allí en 1975, con el Operativo Independencia, y no apuntó solo a la guerrilla -que era minoritaria- sino sobre todo a dirigentes sindicales, líderes estudiantiles, militantes barriales y cualquier activista con sensibilidad social. Y a diferencia del resto del país, las patotas represivas actuaron a la vista de todos, un disciplinamiento por el terror cuyos efectos pueden verse hasta el día de hoy.
LP - ¿Cómo es tu relación con los tucumanos en general siendo que conocés muy bien esa población?
S.C. - Ignoro cuánto se me conoce, pero hasta ahora, la relación es buena. Tengo amigos y amigas entrañables, a quienes voy a visitar al menos una vez por año.
LP - ¿Con qué incentivo surgió la idea de preparar “Tucumantes”?
S.C. - En primer lugar, a partir de mi propia necesidad de identificar las huellas del terrorismo de Estado, que persisten hasta hoy como no ha ocurrido en ninguna otra provincia, y de encontrarles explicaciones; y a partir de eso, el deseo de compartir esos hallazgos y ayudar a superar silencios, negaciones y tergiversaciones.
LP - En este nuevo trabajo te referís a hechos que justifican esta difusión. ¿Cuál de esos relatos te conmovió más?
S.C. - El de la mujer, las tres hijas y los tres hijos de Tomás Francisco Toconás, un hachero de Santa Lucía que fue el abanderado de la Compañía de Monte del ERP. Él fue herido, secuestrado, desaparecido y arrojado al monte santiagueño, donde los lugareños lo enterraron como NN y lo convirtieron en una almita milagrosa, hasta que lo identificaron en 2011. Lo que me impactó, la crueldad de los militares con su familia -una familia campesina pobrísima, con niñas y niños pequeños-, cuyas secuelas siguen apareciendo hasta la actualidad.
LP - ¿En qué ámbito laboral te desempeñas en la actualidad?
S.C. - Me jubilé hace seis años y no estoy trabajando en relación de dependencia. Eso me permite dedicarme a lo que más me interesa y que considero más productivo para los demás: investigar y volcarlo en libros; escribir otros libros para trasmitir en forma sistematizada mi experiencia como periodista; guiar a colegas en la elaboración de sus tesis; responder en forma personal las consultas de profesionales, etcétera. En su inmensa mayoría son tareas no pagas, o cuya rentabilidad es más bien simbólica; en especial los libros, cuyos costos de producción, además, corren casi siempre por cuenta del autor o autora.
LP - ¿Sigue siendo la docencia un factor convocante para tus actividades?
S.C. - Me gusta muchísimo enseñar, hacer reflexionar a estudiantes y periodistas sobre su propio quehacer, ponerse en situaciones de trabajo y buscar las respuestas, y eventualmente poder comunicarles mis experiencias. Sin embargo tengo pocas oportunidades de dictar talleres de capacitación y de especialización, en buena medida porque las universidades públicas disponen cada vez de menor presupuesto; y otras instituciones interesadas en la formación y el perfeccionamiento de periodistas también están sufriendo la fuerte crisis económica de los últimos años. Por otra parte, confieso que a veces me pregunto si no es estéril el tratar de mejorar la preparación de profesionales de la comunicación -en mi caso, tanto a través de manuales como de talleres y cursos-, cuando en la Argentina han cerrado decenas de medios en los tres últimos años, cuando han quedado varios miles de periodistas sin trabajo; cuando quienes sí lo tienen padecen el pluriempleo -a menudo también en negro-, la precariedad y la ausencia de beneficios sociales mínimos. Y cuando muchos periodistas famosos se han convertido en operadores mediáticos.
LP - ¿Cómo se encuentra el colectivo de PAR (Periodistas de Argentina en Red - por una comunicación no sexista)?
S.C. - En la actualidad somos ciento treinta integrantes -lamentablemente, en su mayoría mujeres- de casi todas las provincias. El trabajo de hormiga realizado durante estos más de doce años está dando sus frutos, en el sentido de que ha mejorado muchísimo el enfoque y la cobertura de notas sobre derechos de las mujeres y de las personas de la diversidad sexual, en especial cuando se aborda la vulneración de esos derechos. A partir de consensos básicos, que renovamos cada año en nuestro encuentro anual presencial, PAR tiene autonomía en cada lugar; en algunas provincias o ciudades la actividad ha tenido una incidencia importante incluso en otras cuestiones que van más allá de la comunicación. Además, nuestro trabajo ha servido para avanzar en la inclusión de la perspectiva de género en las carreras de comunicación y periodismo, y en la elaboración de protocolos contra la violencia sexista.
LP - ¿Un proyecto periodístico que tengas en el tintero aun?
S.C. - Básicamente tres, que espero poder llevar a cabo. El primero, en el que ya he estado trabajando, es un manual sobre técnicas de la entrevista periodística; es decir, la entrevista periodística como herramienta para obtener información. El segundo se refiere a la problemática de las personas que buscan su identidad: personas que siempre han percibido que “algo no les cierra” -es la expresión que utilizan-, que descubren que no son hijos o hijas biológicas de su padre y/o de su madre, y que indagan para conocer su origen; se calcula que en la Argentina hay cerca de dos millones de personas en esta situación, debido a compraventa de bebés, niños o niñas, a adopciones ilegales, y a robo y apropiación indebida, incluidas madres víctimas de trata. El último proyecto en mente es una autobiografía orientada más bien a lo profesional, que pueda entretener al tiempo que dejar enseñanzas.
por Raúl Vigini
raulvigini@yahoo.com.ar