Marea Editorial

El peritrucho que desvió la investigación por Lucas Muñoz es libro: El Cordillerano lo descubrió en 2016

Marcos Herrero tuvo una participación importante en la investigación por la desaparición y posterior crimen de Lucas Muñoz: llevó a un predio turístico del barrio Nahuel Hue en el que sus estelares perros terminaron comiéndose el alimento de los canes en vez de encontrar evidencia.

El Cordillerano no creyó su trabajo, que tenía un eje procedimental que se repitió en diversas investigaciones judiciales de alto impacto a lo largo y ancho del país. Todo fue recopilado en un libro del periodista bahiense Germán Sasso.

En una nota publicada por El Cordillerano el 9 de septiembre de 2016, contábamos que para la fiscalía resultaba “vital encontrar sostén en el trabajo de los canes adiestrados que arribaron a la ciudad para trabajar en el caso Muñoz”. Como en muchos otros casos de alto impacto mediático que sucedieron en el país, Marcos Herrero apareció en el expediente de Lucas Muñoz de la mano de la parque querellante a la que prometía efectividad total en la obtención de resultados positivos. Y no falló. El único detalle es que se comprobó que para asegurar esos resultados positivos, plantaba pruebas y, lógico, tras los cotejos científicos y criminales de rigor los positivos dejaban de serlo.

Herrero llegó a Bariloche tras interiorizarse sobre los detalles del caso,  inspeccionó el lugar en donde fue hallado el cadáver, a pocos metros de la ruta de Circunvalación, en el sur de la ciudad y recorrió los ocho kilómetros que separan ese punto con el del complejo propiedad del entonces dirigente vecinal Sergio Herrero, hoy secretario de Turismo municipal.

Su pesquisa derivó en múltiples allanamientos al predio Cabañas del Nahuel Hue, en el que no se halló absolutamente ningún elemento que permita vincularlo al secuestro y posterior asesinato del agente policial Lucas Muñoz. Tal fue la aberración de su participación en el caso y las consecuencias, que en un hecho inédito el juez Bernardo Campana emitió después un documento en el que procuró dejar a salvo la imagen de Sergio Herrero, afectado directamente por el accionar del otro Herrero, el perito trucho.

Contagiados de cierto escepticismo por unas cuantas medidas probatorias aportadas al caso Muñoz por los abogados querellantes Jorge Pschunder y Karina Chueri, en aquel momento en El Cordillerano buscamos la opinión de una eminencia para cotejar la fiabilidad de la pericia de Marcos Herrero. Mario Rosillo, doctor en ciencias veterinarias, distinguido a nivel nacional e internacional como uno de los más prestigiosos especialistas en odorología forense fue concluyente ante el requerimiento periodístico: “Yo no lo creo, desde el punto de vista pericial forense no cierra”.

La explicación es amplia y compleja, pero en modo resumido debe saberse que el cuerpo humano libera, constantemente y a montones, unas pequeñas escamas epiteliales que emanan el olor característico de cada persona. Como si fuera un ADN. Se trata de pequeñísimos compuestos orgánicos que en condiciones normales, una vez desprendidos del cuerpo, duran unas 36 horas hasta degradarse.

El trabajo con perros, que tienen una elevada discriminación olfatoria con el entrenamiento adecuado, puede ayudar a seguir rastros tanto de víctimas como de autores de ilícitos, pero Rosillo y cualquier especialista, sabe que “la duración de las bacterias contenidas en esas escamas, se reduce notablemente en condiciones desfavorables. Por caso, son muy sensibles a la exposición solar, lluvias intensas, fuertes vientos y nieve”, por lo que apuntando concretamente al caso de Lucas Muñoz es imposible que el perro haya recorrido unos ocho kilómetros para indicar la presencia de rastros odoríficos en el interior del predio Cabañas del Nahuel Hue, después de días de intensas lluvias, vientos, heladas y nevadas. “No tiene sentido”, había concluido Rosillo.

El libro de Germán Sasso recopila la participación de Herrero en veinte casos del país en el que se buscaba evidencia para esclarecer asesinatos o se buscaba a personas aún desaparecidas: Maira Benítez, Micaela Ortega, Marito Salto, Lucas Muñoz, Araceli Fulles, Daiana Garnica, Ricardo Machuca, Estela López, Santiago Maldonado, Carlos Painevil, “Pupi” Rubilar, Karina Apablaza y Valentina López Apablaza, Silvia Vázquez Colque, María Magdalena Curaqueo, Marcos Herrera, Facundo Astudillo Castro, Delia Gerónimo Polijo, Silvia Gloria Gallardo, Marisol Rearte, Luz Morena Oliva, Mónica Lescano, Marcela López y Viviana Luna.

Ricardo Canaletti y Rolando Barbano, otros periodistas especializados en la materia, habían dedicado un programa entero al perito trucho y lo habían definido como un “atorrante” que merecía el mayor de los repudios. “Hablamos del coleccionista de huesos porque en parte de sus prácticas tiene que ver con descubrir, entre comillas, los huesos de esas personas que se están buscando. Pero esos huesos son siempre los mismos".

Su práctica se acabó cuando descubrieron que acudía a los procedimientos con huesos en una mochila y que a poco de comenzar su trabajo sacaba un hueso de la mochila y aseguraba que su perro lo había encontrado. Más tarde descubrieron que el maxilar encontrado en Santa Cruz, correspondía al mismo cráneo que él encontró en Mendoza y que no eran de ninguna de las dos mujeres que se buscaban sino de un hombre. Cuando intervinieron sus teléfonos y los de sus empleados, confirmaron todo su accionar. Estaba cebado y pensaba ir por más.

Herrero fue detenido en Viedma el 3 de diciembre de 2021 y derivado a Mendoza en donde se lo sometió a proceso. También tiene causas en Santa Cruz y Bahía Blanca por encubrimiento, falso testimonio, plantar pruebas y usurpación de títulos. En Río Negro inició su carrera como policía, tal vez por eso a pesar de sus numerosas intervenciones truchas, no hay consecuencias en su contra.