Por Andres Cardenas
BUENOS AIRES, 10 (ANSA) - La vida cada vez más empobrecida y vacía de la clase trabajadora blanca estadounidense, inmersa en un conflicto social jamás reconocido, marcada por la severa ética protestante, la falta de educación y el cotidiano abuso de poder, es retratada con contudencia brutal por el periodista y autor debutante, a los 60 años, Joe Bageant.
"Crónicas de la América profunda. Escenas de la lucha de clases en el corazón de imperio" (Marea Editorial - "Deer Hunting with Jesus: Dispatches from America's Class War", en original) es el primer libro publicado por Bageant, que comenzó con los posteos en un blog sobre el sector social y la realidad que mejor conoce, hasta llegar a ser en un best-seller en su país.
Bageant nació en 1946 en Winchester, Virginia, un pueblo emblemático de la América profunda, del que se fue para enrolarse, con cerca de 20 años, en la guerra de Vietnam, de la que volvió como pacifista y activista contracultural. A lo largo de su vida fue obrero fabril, cantante, granjero y periodista, recorriendo buena parte de Estados Unidos para volver a su pueblo natal luego de tres décadas.
"¿Qué me autoriza para ponerme a despotricar desde estas páginas? Nada, en realidad. Apenas el hecho de haber nacido aquí y ser hijo de la América proletaria venida a menos", advierte.
"Caí en la cuenta de ello en 1999 cuando después de treinta años de ausencia decidí regresar a mi ciudad natal y fui testigo de la degradación progresiva (y espeluznante) que habían sufrido los miembros de mi familia, mi vecindario y mi comunidad, y de cómo sus vidas de trabajadores habían sido devaluadas por aquellas fuerzas contra las cuales la gente de izquierda siempre ha clamado, las mismas fuerzas que mi familia y toda la población apoyaron firmemente en las urnas", dice.
Aunque se lo asimiló rápido dentro del rótulo amplio del "nuevo periodismo" y su figura ya se compara con la de Michael Moore, sin la carga de divismo, Bageant, en verdad, resulta bastante inasible por su modo visceral de narrar y el cruce de influencias que reconoce.
Marxista, pero también budista, convencido defensor de la tenencia de armas y crítico ácido del "progresismo liberal", todo a la vez, Bageant desprecia el golpe bajo, recurso agotador en las crónicas que trasiegan con prejuicios y sensiblerías las historias de vida de "gente común".
En efecto, llega al fondo del universo de la clase trabajadora blanca cada vez más devaluado desde el impacto neoconservador de Ronald Reagan con un deterioro de la educación, de la Asistencia pública, la caída de ingresos y la pérdida progresiva de empleos que marcaron estas décadas.
El libro se sumerge en un universo de personas que como máximo terminó la secundaria, trabaja jornadas agotadoras en los peores puestos y por los más bajos salarios, come muy mal, bebe en exceso, sufre estafas económicas e hipotecarias y está sometida a la radiación permanente de la televisión y de las iglesias fundamentalistas cristianas, como mediadoras en el más allá de un horizonte sin salidas.
Es el mundo bastardeado por el entretenimiento de los deportes masivos en vivo, las carreras Nascar y la lucha libre, el inmenso enjambre de "caravanas" de remolques y casas prefabricadas de cartón, que llenan la geografía estadounidense entre una gran urbe y otra. Bageant rastrea con precisión los orígenes de este sector social desde la inmigración iletrada de escoceses del Ulster en el siglo XVIII.
No se trata de una realidad menor, pues representan la mayoría dentro de la primera minoría: "la mayoría de nuestros pobres son blancos, superando a los negros en una proporción de dos a uno y a todas las otras minorías pobres combinadas", recuerda el autor. "Al menos 35 millones de personas", según las cifras gubernamentales más conservadoras, agrega.
Los "white-trash" ("basura blanca") como la propia sociedad los bautiza despectivamente sufren un estigma doble pues viven el menosprecio clasista como un fracaso personal, tal como lo marca la ética protestante, y no como una consecuencia estructural del sistema que los margina.
Pese "a no ser negros, amarillos ni latinos", según "la visión racista que nos es inculcada desde pequeños", señala Bageant, los blancos pobres nos percibimos falsamente como "de clase media", aún estando desalojados y quebrados.
Según el autor, este mismo proceso de resentimiento los acerca más a las propia maquinaria que los tritura.
Están en manos de los punteros republicanos más recalcitrantes que pregonan el antisindicalismo y ven a la alicaída Seguridad Social, en un país que carece de seguro de salud universal, como "un refugio al que sólo recurren los perdedores en desmedro de su responsabilidad personal", al tiempo que son asimilados por los centros de fanática educación religiosa, que reemplazan en el país a la enseñanza laica.
Bageant critíca fuerte a los "liberales ilustrados" de su país incapaces de activar en las bases populares, a las que abandonan para que sean manejadas a su antojo por los sectores más conservadores en lo que llama la ilusión masiva del "holograma americano".
Pero, este panorama de por sí desolador, se contrasta con la sensibilidad auténtica presente en Bageant, ya sea en el bar de borrachos de pueblo, en un geriátrico deprimente o en las recreaciones de la Guerra de Secesión, rodeado de cazadores racistas, sabe encontrar la veta humana sin justificaciones ni indulgencias, con chispas geniales de cerril humor sureño.
Bageant prepara actualmente su segundo libro centrado en el expansionismo militar de su país, y sus "Crónicas..." se convertirán próximamente en una serie televisiva.