Aquel 3 de agosto, cuando uno de nosotros, periodista, ya había comenzado a leer mensajes en las redes sociales acerca de un joven desaparecido en el norte de Chubut luego de una represión violenta a una protesta social; cerca de la medianoche recibió un mensaje por el chat de Facebook. Se trataba de Constanza Penacini, una editora y amiga quien le comentó a uno de nosotros: "¿Te enteraste lo del chico del sur?". Se trataba del desaparecido. "Conozco a una amiga de la familia, que están desesperados, ¿podrías contactarte?". Así comenzó el trabajo periodístico de uno de nosotros quien, cerca de esa medianoche se comunicó con Sergio Maldonado, hermano de Santiago, que ingresaba a Esquel luego de entrevistarse en Pu Lof con los miembros de la comunidad mapuche que había sido reprimida y que se había convertido en quienes vieron al joven por última vez con vida, a la vera del río Chubut. Uno de nosotros también pudo hablar esa noche con Soraya Maicoño, quien dio cuenta de cómo los mapuche habían experimentado esos acontecimientos. Esos primeros testimonios directos fueron publicados por primera vez por un medio nacional en Infobae. Setenta y siete días transcurrieron desde ese 1 de agosto en el que se vio por última vez con vida a Santiago Maldonado y el 17 de octubre, cuando fue encontrado su cadáver en la orilla del río. Esas habían sido las únicas certidumbres a lo largo de ese periodo -que coincidió con el tramo preelectoral de las elecciones parlamentarias de segundo término-: la desaparición de Maldonado en medio de una represión y el hallazgo de su cuerpo luego de aquellos días que conmovieron al país. Santiago Maldonado tenía 28 años Santiago Maldonado tenía 28 años La cobertura periodística de uno de nosotros continuó durante todo ese período a la vez que una de nosotros, profesora en la carrera de Comunicación Social, no pudo sustraerse del modo en que los medios habían tratado informativamente el caso Maldonado. Una de nosotros había leído algo, seguramente un mensaje que le había llamado la atención en algún repaso por twitter que la había llevado a alguna nota. Pero circulaba poca información. Eran días en que la campaña electoral la obligaba a repasar bien temprano los principales diarios. Pero de Santiago Maldonado no había nada. El lunes 7 de agosto, alrededor de las 19 se acercó a Congreso. Enfrente, sobre Entre Ríos, se hacía una concentración. Referentes de Derechos Humanos y de organizaciones políticas reclamaron por la aparición de Santiago Maldonado desde un camión que cumplía la función de escenario. Había dos o tres camionetas desde donde transmiten los noticieros cuando cubren actividades en la calle. Cuando una de nosotros se iba, la cruzaron las motos de la policía y, cuando estaba a algunas cuadras, le comentaron por whatsapp que habían reprimido. Una de nosotros comenzó a seguir con detenimiento cada dato o noticia que aparecía en el caso. Los grandes medios habían seguido, en su mayoría, los lineamientos del gobierno que, en intentaban exculpar a la Gendarmería de cualquier responsabilidad ("no voy a tirar un gendarme por la ventana", había dicho la ministra de Seguridad Patricia Bullrich en su primera declaración pública oficial en el Senado), mientras que los medios opositores habían atribuido tempranamente un "primer detenido-desaparecido" del gobierno de Macri. La sociedad también se posicionó en torno a esos dos grandes planteos. Sin embargo, una de nosotros señaló que los grandes medios no eran los únicos que reproducían el discurso oficial en torno al caso, sino que la sociedad asistía a una verdadera campaña de desinformación en la que intervinieron servicios de inteligencia, fuerzas policiales locales y nacionales, jueces, fiscales, periodistas, ministros, funcionarios de redes sociales, cybertropas y un ejército de trolls y bots. Aún antes de que el cuerpo apareciera, propuso que se reconstruyera el laboratorio discursivo e informativo que dominó el caso y que se mostrara cómo el bombardeo de información, diseminado por medios gráficos, radiales y audiovisuales, portales web y redes sociales, había servido para instalar una serie de hipótesis alternativas, noticias falsas y cuestiones secundarias e irrelevantes, que conformaron una formidable demostración del "ocaso del periodismo" que caracteriza al sistema del siglo XXI. Llamamos al libro Pasen música a sugerencia del periodista Gerardo Rozín, que se comunicó con uno de nosotros y le sugirió que debía escribir un libro con el ángulo que una de nosotros había sugerido. Se refería a las palabras de Sergio Maldonado la noche de la conferencia de prensa realizada el día posterior al descubrimiento del cadáver y luego de que circularan fotos sacadas clandestinamente de la morgue donde se le realizaba la autopsia. Sergio se dirigió a los periodistas y dijo: "Si no tienen nada que poner, no sé, pasen música". Toda una apelación al periodismo. La idea fue propuesta a Constanza Brunet, editora de Marea Editorial, y las manos se pusieron a la obra. Acto en Plaza de Mayo, a tres meses de la desaparición de Maldonado Acto en Plaza de Mayo, a tres meses de la desaparición de Maldonado Pudimos adentrarnos en la hemeroteca del Congreso para constatar la presentación de la noticia en los dos grandes medios gráficos que, desde el 10 de agosto, comenzaron la cobertura sobre "un artesano" -denominación y estigma con el que sería denominado Maldonado aún hasta estos días-; recabamos libros sobre la historia de la los mapuche y la Southern Land Company, comprada luego por los Benetton -los mayores terratenientes del país que poseen un millón cien mil hectáreas en todo el país-; revisamos la cobertura en radios, televisión y medios web; analizamos las intervenciones en redes sociales como Twitter, Facebook e Instagram; entrevistamos a los expertos en comunicación Adriana Amado, Martín Becerra, Luciano Galup y Carlos Mangone; documentamos las intervenciones gubernamentales oficiales y pudimos, creemos, reconstruir el tratamiento informativo que tuvo lugar esos días conmocionantes. Un operativo de impunidad a gran escala. Las operaciones de prensa existieron siempre desde que el periodismo es, e incluso en el reciente periodo anterior -no es posible olvidar a 678 y el sistema de medios kirchnerista, experto en desinformar e instalar versiones tales como cuando atribuyó a Duhalde el asesinato de Mariano Ferreyra para proteger a los socios sindicales del gobierno-, sin embargo, en la "era de la posverdad" esas operaciones han tomado caminos más sofisticados a través de herramientas que apuntan directamente a la emocionalidad de los consumidores de noticias que, en su mayoría, lo hacen a través de las redes sociales y que sustituyen datos y noticias por creencias de manera inducida. La "posverdad" tiene en esta característica una de sus mayores columnas. Y sus métodos fueron usados profusamente en el caso Maldonado. infobae-image Operaciones como la que indicaba que Maldonado no había estado en el lugar de los hechos; que había sido asesinado por un puestero, que se había sacrificado por la causa mapuche adentrándose en las estepas de la patagonia chubutense, que estaba en Chile, que había sido levantado por un camionero en Entre Ríos, que había todo un pueblo en Entre Ríos donde todos eran iguales a Maldonado, que una peluquera le había cortado el pelo en San Luis, que una pareja lo había levantado en la ruta hacia el sur. Y así. El libro intenta ser un aporte a la búsqueda por verdad y justicia y también apunta a conocer cómo funcionan hoy los medios en relación al Estado. E intenta contribuir a desmontar la última gran operación que indicaría que Santiago Maldonado "se ahogó", como quien se adentra en una pileta y tropieza accidentalmente, evitando contextualizar el momento represivo en el que cien gendarmes en un operativo tenaza atacaron planificadamente el corte de ruta protagonizado por nueve personas en la ruta 40, planificación encabezada por Pablo Noceti, jefe de gabinete de Patricia Bullrich, días antes de los acontecimientos en una reunión con las fuerzas de seguridad de Chubut, Río Negro y Neuquén para planificar los métodos para combatir la protesta social en la zona en función de proteger a supuestos inversionistas extranjeros en petróleo, minería y, también, la ganadería de los Benetton. Y que la historia incorpore la experiencia de aquellos setenta y siete días como acervo para clarificar las posiciones sociales en acontecimientos controversiales plausibles de ser objeto de las más variadas operaciones de desinformación. Una batalla contra las consecuencias de la posverdad.