Por Cecilia Sosa
La lectura de Historias de sobremesa (Crónicas gourmet con una inquietante filosofía de señoras, tal su extenso subtítulo) amerita un pequeño test previo. Considera que: 1. La sobremesa –cuando corre el buen vino– es una especie de zona liberada que propicia una suerte de delirio cósmico. 2. Sólo comiendo y bebiendo los hombres (en sentido genérico) pueden expresarse sin represiones sobre la vida, el amor y el sexo. 3. La naturaleza femenina trae consigo los beneficios del pensar erótico. Si hay acuerdo, salte ya a la primera página. Si no, desista a tiempo: la combinación de placeres gastronómico-filosóficos puede ser contagiosa.
El libro de Malele Penchasky, chaqueña, graduada en Letras y asidua columnista de revistas femeninas varias, está lleno de tentaciones, relatos míticos, fábulas tan inciertas como apócrifas, mucha música, gracias varias e inquietantes recetas de cocina. Un burbujeante compilado de crónicas, con más de una pizca de feminismo y la temeridad suficiente para pasearse sin empacho entre Heidegger, Cleopatra, Apollinaire y el perro Jazmín (sí, el de Susana).
Sobremesas sólo un poco menos clasistas y bastante más femeninas que las platónicas, pero que trancurren en playas o jardines igualmente envidiables, invitan a oscilar con gusto entre Eva, la primera mujer cartesiana y precursora de la rúcula, y los consejos de la india Malinche que, entregada a Cortés como trofeo de guerra, desafió su sino empuñando dos aguacates maduros (un maravilloso aceite de palta de notables cualidades afrodisíacas).
El pequeño librito también invita a degustar unas exquisitas empanadas de manduré (unos pescaditos que al parecer sabían a gloria), a escuchar con oído atento la jerga soez de los marineros, y a ensayar algo rebuscadas reflexiones sobre fetuccines que van de la mitología griega a la inclinaciones culinarias del futurista Marinetti. No falta un jabalí con salsa de frambuesas y un chocolate al modo de la sexagenaria Mariquita Sánchez de Thompson capaz de sacar de las casillas al más jovenzuelo Padre del Aula Argentino.
El apartado dedicado a Lou Andreas-Salomé no tiene desperdicio. Iluminadamente descripta por la autora como la primera grouppie de la historia, la amante de Rainer Maria Rilke, Friedrich Nietzsche y tantos otros (exceptuando a su marido, el discreto profesor Friedrich Carl Andreas, al que nunca tocó), revela su mayor secreto: pata de cordero cocinada con mucho estragón. La receta viene de regalo al final del capítulo.
¿La sensualidad a prueba de siglos de Cleopatra sostenida por una rosca de alcauciles? Pruebe la “pascualina de alcauciles a la manera de Alejandrina” y vea si su Marco Antonio se le resiste.
Propenso a la asociación libre (a veces a un punto exasperante) y hedonista al extremo, Historias de sobremesa viene bien acompañado por ilustraciones de Pablo Temes, recetas de la propia autora y abundantes sugerencias etílico-musicales. En conjunto, una invitación veraniega a descubrir algunos viejos secretitos del amor y la cocina.