“Merleau-Ponty puso las bases de una ontología del cuerpo, como ontología del nosotros. Desde la propuesta de un nuevo cogito para la filosofía, la afirmación Soy un cuerpo vino a desterrar las aporías de la filosofía de la conciencia a la hora de pensar la relación con el otro y la experiencia fundamental del nosotros”. En Un mundo común, la filósofa Marina Garcés, inscribe el uso y el concepto de Nosotros como una vindicación. Tomando los preceptos de Maurice Merleau-Ponty (quien atraviesa todo el texto con oportunos recortes de Fenomenología de la percepción, Las aventuras de la dialéctica y Lo visible y lo invisible) la autora desmonta los mitos cotidianos y filosóficos referidos a la (im)posibilidad de “vivir juntos” y de “ser juntos”. ¿Cómo podemos pensar el Nosotros sin caer en un rejunte de subjetividades o suma de “yoes”? Garcés se dedica varios capítulos en esta suerte de tratado de filosofía política “comunitaria” a poner en crisis nuestra noción de subjetividad, sabiendo que en nuestro tiempo capturado por un sistema socio-económico que fomenta una narrativa individualista, ésta se presenta como una categoría irreductible. Notando ese peligro, se advierte: “No se trata, por lo tanto, de explicar la relación entre individuos, sino la imposibilidad de ser solo un individuo”. Esta última sentencia tiene más de una lectura posible.
Pensar con el cuerpo.
En un recorrido por los debates en la historia de la filosofía sobre la Conciencia como territorio de lucha y de reconocimiento, Garcés despliega gran erudición y pedagogía. La rigurosidad teórica no pierde de vista el brindar las herramientas para una aproximación amable a los autores puestos en cuestión (Hegel, Husserl, Sartre, Heidegger). Un mundo común persigue una clara intensión de interpelar al lector en donde este se encuentre. La coyuntura de la pandemia y el futuro que nunca se presentó tan aciago dan un contexto de extrañamiento debido a la nueva distancia entre los cuerpos, siendo el cuerpo la clave para pensar la dimensión de lo Común: “La verdadera inter-subjetividad es nuestra inter-corporalidad constitutiva”. Conciencia del mundo por medio de un cuerpo precario (J. Butler). Esta insuficiencia, esta precariedad, es la condición misma del cuerpo que somos que reclama la presencia de los otros, que no son el infierno sartreano si no la condición de la existencia.
Tomado como un manual de pensamiento crítico y advirtiendo cierto carácter abstracto en algunos pasajes, Un mundo común de Marina Garcés actualiza nociones de vital importancia para la filosofía (“reaprender a ver el mundo, como un mundo común”) desde una corriente teórica que parecía vetusta e ineficiente como marco para estos tiempos. En el final del libro, irrumpe un comentario sobre el último y enigmático texto de Gilles Deleuze La inmanencia, una vida (publicado en Excesos de Vida. Ensayos sobre biopolítica. Ed. Paidós) como crítica al dominio del yo y del individuo que siempre insiste en reterritorializar. Epílogo personal y biográfico de la autora, que en el derrotero del Yo al Nosotros, en la escritura del texto, termina afirmando: “Esta vida es mía”, pero no ya como un insidioso yo moderno autosuficiente sino envuelta en una situación donde lo más propio, ya no es mío, donde para conquistar la propia vida, hay que haber aprendido a incorporar el anonimato.
Marina Garcés (Barcelona, 1973) trabaja como profesora de filosofía en la Universidat Oberta de Catalunya. Sus últimos libros son Filosofía inacabada (2015), Fuera de clase (2016) y Ciudad princesa (2018). Un mundo común tuvo su primera edición en Barcelona en el 2012.