Historias, historias de mujeres madres, encantadoras, luchadoras, acompañadas y solas. Son cinco historias en cuyos trazos es posible que se identifiquen muchas mujeres y madres. Historias con todo el peso de la subjetividad personal atravesadas todas ellas por una época: ésta, pero diferentes en sus acercamientos cronológicos: Andrea tiene 23 años y un hijo pequeño, Natalia y Lorena han pasado los treinta años y ya tienen hijas adolescentes y Antonieta ya bordea los cincuenta y es abuela.
Mónica, la protagonista de la historia más larga, viene del libro Las niñas mamás y han pasado más de veinte años desde que aquella niña violada por su padrastro estuvo obligada a tomar decisiones trascendentes para su vida.
Me acerqué a ellas buscando escuchar y compartir reflexiones alrededor de su maternidad joven. Me interesaba saber cómo miran ellas, desde su presente actual aquel momento en el cual, siendo aún adolescentes, dieron a luz. Quería también que contaran cómo fueron sus vidas desde entonces. No sólo por el afán de pensar con ellas y desde ellas algunas de las aseveraciones acerca de la maternidad en la adolescencia que terminan transformando el fenómeno en algo árido, carente de vida, de dinamismo y sobre todo de realidad, sino también por curiosidad femenina, por ganas de intimar, de conocerlas más, de que me conozcan. Algunas fueron alumnas mías, otras compañeras de trabajo y Mónica es como el paradigma de la mujer que resurge de las cenizas, la veo como a Scarlett O’Hara en el final de la primera parte de Lo que el viento se llevó. (...)
Frente a las imágenes “ideales” preexistentes, la madre adolescente aparece quebrando lo esperado, cuestionando el saber acumulado sobre el tema, mostrando los límites de las políticas públicas (la historia de Mónica es un ejemplo en este sentido) y de las acciones profesionales y religiosas. Estas nuevas vivencias emergen relativizando lo que se creía absoluto y por sobre todas las cosas aparecen “pidiendo” ser pensadas, respetadas, cuidadas, entendidas y no enjuiciadas, incluidas y no discriminadas.
Habría que ponerse de acuerdo alrededor de algunos momentos sobre los cuales ya hay un nuevo conocimiento construido aunque no lo suficientemente divulgado ni difundido, dejando por esa razón lugar para el desarrollo del prejuicio, la discriminación y el maltrato.
Algunos de esos momentos son los siguientes:
1- La adolescencia es un fenómeno cultural, social, característico de los últimos tiempos, es un fenómeno de la modernidad y no hay una sola adolescencia ni tiene la misma duración en todas partes. Es diferente en cada país, región, clase social, cultura.
2- La maternidad tampoco es una sola. La maternidad que hoy se “espera” es también un fenómeno moderno. El número de hijos, la edad para comenzar a dar a luz y hasta el modo de relacionarse son fenómenos históricos. No hay una sola maternidad adolescente sino varias. El universo de la maternidad y la paternidad adolescente es diverso y complejo.
3- Tampoco existe una sola forma de familia. Una madre adolescente sola y su hijo pueden ser una familia. Hoy hay quienes dicen, incluso, que una persona sola y su mascota también constituyen una familia.
4- El embarazo y la maternidad en la adolescencia no son fenómenos de una determinada etnia –como se creyó, por ejemplo, en los Estados Unidos durante un tiempo–, tampoco son sólo característicos de los sectores más pobres, ni de los países subdesarrollados.
5- Seguir hablando del hijo no deseado suma más condena. Ya hay muchas investigaciones que demuestran el deseo de los hijos en un número importante de madres aunque quizá no del embarazo. Toda generalización conduce a un modo mecánico de mirar que deja de lado a la verdadera vida. Seguir diciendo que muchas eligieron ser madres porque no había frente a ellas otras oportunidades implica ya una minusvalía para la madre y no el mejor lugar para los hijos. ¿Podrán respetarse sus elecciones? ¿Tienen derecho a equivocarse cuando eligen así como lo tienen los adultos?
6- Es un fenómeno construido y de él forman parte no sólo los adolescentes y sus hijos sino también los adultos, laicos y religiosos, profesionales, el Estado, etcétera. Pero no sólo por el lógico entendimiento de que el asunto de la maternidad y paternidad adolescente es un asunto de todos, sino porque los adultos participan de pensamientos y acciones, participan de la construcción del fenómeno.
Es importante avanzar en el corrimiento de velos de prejuicios que hacen suponer que las madres adolescentes maltratan a sus hijos, que todas son ignorantes o promiscuas, violadas o abusadas sexualmente, que sus hijos son objetos y no sujetos. Es importante ver que los problemas para la inserción laboral, para continuar los estudios, para conseguir una vivienda son problemas e injusticias de la sociedad y no consecuencias de la maternidad adolescente.
¿Quedan embarazadas y tienen a sus hijos porque no conocían los métodos anticonceptivos? Es probable que en muchos casos sea así y aquí la injusticia es que se oculte información y conocimientos sobre el funcionamiento del cuerpo, sobre los nuevos sentimientos que aparecen con la pubertad y la adolescencia.
¿Tienen a sus hijos como un modo de sentirse personas porque todavía sienten que la mujer es valorada fundamentalmente por los hijos que trae al mundo? Es probable que haya situaciones donde también esto suceda. Aquí lo injusto es que nuestra sociedad aún siga poniendo a las mujeres en un rol casi único de reproductoras biológicas, como lo más importante y lo que justifica la existencia (hay culturas donde está bien visto no ser madre, pero esto también está construido). Quienes somos madres sabemos de qué se trata ese sentimiento tan diferente a todos.
¿Quedan embarazadas porque sienten que sólo así serán queridas por sus compañeros cuando se les pide “la prueba de amor” suponiendo que si tienen relaciones sexuales una sola vez y por amor jamás llegarán a embarazarse?
Muchas de estas cuestiones son válidas para las mujeres en general, no sólo para las adolescentes, pero ellas sirven como chivos expiatorios para problemas que es preferible no ver.
Se podría pensar que las madres adolescentes sin querer han sacado a la luz problemáticas profundas que tienen que ver con la maternidad, con la paternidad y los hijos en general, entre otras cosas, por ejemplo, que ellas son mucho más transparentes y muestran la ambivalencia de los sentimientos, incluido el maternal.