Empapada por la pasión, el sesgo propio del cristal con que se mira y el retazo de información absorbido, la Historia reciente tiene por ventaja, precisamente, esa proximidad que permanece alerta a los elementos subjetivos que caracterizan una época. En función de estas variables, lo que va de la entronización al derrumbe del macrismo al frente del Estado es en estas horas tanto tema de padecimiento como de debate. Proximidad en el tiempo que de modo alguno priva de relevar los acontecimientos que dieron lugar al actual estado de cosas. Pues en la amplia geografía de la lucha de clases es la Historia el puente sobre el cual se atraviesa la grieta que dificulta la percepción.
Tal la faena encarada por el experimentado investigador Guillermo Levy (Nueva York, 1967 – argentino desde los tres años) que, en las más de trescientas páginas de La caída, desarrolla las causas del fracaso de la coalición que se presentaba como “la expresión del capitalismo serio, profesional, republicano y abierto al mundo”. En continuidad cronológica, presenta con hechos y números “el curioso logro de haber retraído el consumo, de haber hecho crecer la inflación más del 300% y la pobreza en más de diez puntos. El curioso logro de cerrar fábricas y no abrirlas, de disminuir el empleo privado ‘de calidad’ en vez de aumentarlo, de haber subido el dólar un 540% en cuatro años, de contabilizar mucha más fuga de capitales que inversiones, de dejar una enorme deuda externa que permitió dolarizar activos a un porcentaje menor de la población y que dejó muy pocos beneficios al país. La coalición del capitalismo que nos iba a reinsertar en el mundo dejó una economía más chica que la que terminó el kirchnerismo en 2015: el PBI de la Argentina de diciembre de 2019 es menor que el de diciembre de 2015, por más caricias y halagos que haya recibido el ex Presidente en Europa y los Estados Unidos, por más que hayamos organizado la cumbre del G20 en Buenos Aires”.
Apretada síntesis que Levy se encarga desenvolver en forma pormenorizada a lo largo de diez capítulos, que abarcan desde los antecedentes políticos y económicos a partir del retorno a la democracia, se detiene en las sucesivas corrientes ideológicas y de opinión, analiza la construcción semántica de la grieta, incorpora las sucesivas etapas de la movilización popular, hasta hacer pie en los factores principalmente económicos que catalizaron el incendio. Más de la segunda mitad del libro se aboca al relevamiento de los pormenores mes a mes del último año de gobierno macrista, con minucioso detalle de las marchas y contramarchas efectuadas por el entonces oficialismo a partir de agosto de 2019. Con rigurosidad documental y académica equidistancia, La caída releva en forma minuciosa, antecedentes y desempeños en la PASO de agosto y en las elecciones generales de octubre en las secciones electorales más significativas.
Transcurso en el que el autor, con claridad hacia la insuficiencia de los datos duros para dar cuenta de las oscilaciones en la elección del voto, incorpora criterios del reinante sentido común, que es como se desempeña hoy por hoy la ideología dominante. Instante en el que la crónica asume el plural mayestático para señalar que los vaivenes de “nuestras condiciones de vida, la percepción de la justicia o injusticia de la situación, el cumplimiento o no de las promesas de campaña, la expectativa de mejora o la confianza en el rumbo impuesto han sido y son en la Argentina y en la gran mayoría de las democracias liberales del mundo factores centrales a la hora de explicar triunfos y derrotas electorales de los que gobiernan”.
Al considerar la construcción, mutación y establecimiento de los distintos sectores ideológicos antagónicos desde la vuelta de la democracia —aún antes, brevemente—, el autor desglosa el peronismo en sus sucesivas circunstancias, sintetizándolo en su representación en los sucesivos gobiernos de los que fue parte. Al núcleo duro conservador, recluido en la conjunción que desemboca en Juntos por el Cambio, contrapone una izquierda minoritaria y un masivo “universo progresista” fundado en aquel alfonsinismo que “desde 1983, modeló una valoración de la democracia y del rol del Estado como compensador de las desigualdades”. Programa político implícito que atraviesa la renovación peronista y se encarrila en la Alianza de De la Rúa “con su agenda infinitamente menos audaz que la de Alfonsín”. Recorta un progresismo “en sentido amplio y no solo político” que “constituye una fuerza social, cultural, de sentido común, poderosa”. Si bien Levy reconoce las limitaciones de esta hipotética fuerza de articularse como fuerza electoral independiente, rescata su “capacidad enorme para vetar la emergencia de una derecha explicita”.
Caracterización acaso equivalente a una eventual construcción política, la instala en un próximo juego con el macrismo —pleno o residual— que, tras la reciente derrota, queda “en un piso mucho más alto que el que tuvo el radicalismo post Alfonsín o post De la Rúa. Podemos decir inclusive que, en varios aspectos, más arriba que el piso del kirchnerismo después del triunfo de Macri en 2015, cuando este parecía condenado a solo representar una minoría potente e intensa, pero no a ser parte protagónica de una nueva mayoría”. En esta tesitura, La caída suaviza la pendiente y reserva a Juntos por el Cambio, su bloque legislativo y desarrollo territorial, a “ejercer el papel de articulador de muchas demandas de buena parte de los sectores medios y altos del país, lo que constituye un piso por demás importante”.