En el primer curso de periodismo, la enseñanza de los géneros informativos se impone con disciplina espartana. Se busca que los estudiantes escriban noticias a la velocidad que lo haría una inteligencia artificial, y si puede ser, con más clarividencia y atino.
Al mismo tiempo que los cuatrimestres se suceden, los alumnos empiezan a palpar la libertad de encontrar un estilo propio. Los docentes aflojan los grilletes y permiten las licencias personales con una única condición: que el criterio periodístico reine y “lo que es noticia” corone las cuartillas. Mientras tanto, el tiempo les pisa los talones: el tema que hoy tratan ya está a un solo click de quedar anticuado.
El periodismo de largo aliento parece una utopía en una época donde el nepotismo de la red demanda información constante. Siempre son las mismas cuestiones las que no encuentran su hueco entre los millares de noticias publicadas cada día y siempre provienen de las mismas voces. A menudo, mujeres jóvenes que exploran lo que “no es noticia”, lo que es “incómodo”, lo que “no interesa”. Periodistas que desafían la denominación de “géneros informativos” porque consiguen comunicar la realidad hibridada con la ficción, aunque a menudo la primera supere en ornamentos narrativos y giros de guion a la segunda.
Criaturas fenomenales imparte justicia poética (y periodística) al recoger los textos de veintiuna cronistas nacidas después de 1980 en España y Latinoamérica. Estas profesionales, herederas de la Fundación Gabo y la mirada feminista de autoras como Leila Guerriero, exponen en sus crónicas opresiones con las que cualquier mujer puede identificarse sin importar la disparidad de su posición geográfica.
María Angulo y Marcela Aguilar editan una antología que no quiere establecer un canon que agrupe la escritura de mujeres sino plantear nuevos diálogos a raíz de los rasgos que se repiten en la obra de las cronistas seleccionadas. Para explicar esta estrategia, citan a las investigadoras chilenas Andrea Kottow y Ana Traverso: “Existe una escritura de mujeres, entonces, porque no existe una escritura de hombres, pues esta ha asumido un carácter universal que consecuentemente ha marginado en importante medida a las mujeres de la historia”.
Cuatro capítulos, cuatro categorías de análisis
Los temas reiterados en los textos de las cronistas se engloban en los apartados Tránsitos, Cuerpos, Violencias y Huellas.
En Tránsitos, el primero de ellos, se dibujan distintos tipos de recorridos. El lector ahonda en el camino de aquellos que han sido nómadas en su propia piel, como la Caimana e Irina Layevska Echevarría en las dos primeras crónicas. Para estas mujeres, mudar su expresión de género fue solo uno de los muchos cambios en los que debieron resurgir de sus cenizas. Tránsitos también muestra cómo la música urbana puede poner en jaque a las altas esferas de Puerto Rico en “El reguetón al frente de la revolución”.
El texto anterior cierra el primer capítulo y da paso a Cuerpos. Algunos de ellos hacen frente a la enfermedad, como en las crónicas “La jaula abierta” y “Rapto de locura”. Otros, sobreviven a las imposiciones estéticas, como muestra el predominio del alisado panameño. Pero todos los cuerpos de cada crónica tienen en común las cicatrices de sus vivencias en la piel y la memoria.
La violencia también tatúa los cuerpos y mentes de quien la sufren. Así lo plasma el capítulo homónimo. Violencia que ejercen tanto los cuerpos de seguridad como los delincuentes organizados que secuestraron a Luisa Salomón. Tampoco falta la denuncia necesaria de violencias sistémicas, como la machista, en la crónica Que la única manada seamos nosotras.
La última parte, Huellas, recupera el valor de la tradición en la identidad de los pueblos en textos como “Totonicapán, un bosque”. Además, señala la marca que deja en las mujeres la lucha contra la precariedad y la batalla por salir a flote. El resultado es idéntico en ambos casos: el contexto sociocultural de cada mujer traza una estela imborrable en su persona.
De la misma manera, el testimonio de estas veintiuna profesionales diseña en el imaginario de sus lectores una nueva forma de mirar. Estas mujeres son las rara avis del periodismo, la excepción a la regla. En un mundo que repudia la pulcritud, las voces femeninas y la infinidad de la ficción solo las criaturas fenomenales pueden burlar al sistema.