Por J.G.
EL LIBRO reúne ocho textos del periodista estadounidense Joe Bageant (1946) sobre los aproximadamente 19 millones de trabajadores blancos pobres de su país. Bageant, que es hijo de trabajadores, se fue muy joven de Winchester, su ciudad natal, y cursó estudios universitarios gracias a los programas de becas para estudiantes pobres que los demócratas crearon en su momento y los republicanos luego desmantelaron. Al cabo de treinta años regresó a Winchester y, al constatar que la vida de su familia y sus viejos conocidos se había degradado, comenzó a escribir estas crónicas, que al principio publicó en Internet y después en libro.
Ateo y con influencias marxistas, Bageant se ciñe al estilo ameno, coloquial y a estas alturas algo estereotipado del nuevo periodismo estadounidense. Aunque alude a los trabajadores blancos de Winchester como "mi gente", queda claro que se refiere a sus orígenes y al hecho de que le duelen ("viven en un orden social sin salida donde el fracaso está casi garantizado"), y no a su forma de sentir y pensar. Tironeado entre los afectos y el distanciamiento, acaba trazando un cuadro triste y alarmante. Las personas que describe tienen valores y conductas extremadamente firmes. Están muy orgullosos de su estilo de vida y, como son blancos, creen pertenecer a la clase media aunque siempre están endeudados y carecen de educación y atención sanitaria adecuadas. Practican un cristianismo fundamentalista mágico basado en la Biblia y en la exaltada y patriotera interpretación que de ella hacen los predicadores en las iglesias y los medios. Están convencidos de que la riqueza es prueba del amor de Dios, y en consecuencia que siempre da la razón. Viven para la empresa que les da empleo y desprecian la pereza (los perezosos son la "basura blanca"). Votan sistemáticamente a los republicanos, aunque éstos suelen perjudicarlos (uno de sus conocidos votó la fórmula McCain-Palin en las últimas elecciones porque el primero "probó que tiene pelotas" y la segunda "no es una maldita abogada" y "tiene un buen culo"). Desconocen y al mismo tiempo odian casi todo lo que es exterior a ellos (los liberales norteamericanos, los intelectuales, los ateos, los extranjeros). Aman las armas, las carreras de NASCAR y apoyan cualquier intervención armada de su país en el exterior. Su ignorancia y brutalidad son tan sólidas y antiguas (tienen sus raíces en la mentalidad de los escoceses presbiterianos que emigraron a Irlanda del Norte en el siglo XVII y desde allí a Estados Unidos en el XVIII) que cuesta trabajo no incluirlos entre los grupos más infames de la especie humana. Lynndie England, la soldado que ataba a los prisioneros iraquíes con una correa de perro, es un producto famoso de ese medio.
Pero también son víctimas, "cadáveres trabajadores cuya vida interior fue aniquilada" por un sistema de creencias ilusorias acerca de los valores estadounidenses que es martillado por los medios y los predicadores y beneficia principalmente a aquellos que les dan empleo o los enrolan en las fuerzas armadas. En cualquier caso, Bageant es tan convincente que una de las conclusiones más seguras y tristes del libro es que ninguno de los afectados creerá en lo que dice. De hecho, ni siquiera empezará a leerlo.