Libro Un mar de castillos peronistas
De Cristian Alarcón.
Reseña de Selva Almada
Un mar de castillos peronistas es un libro para leer en tránsito, en movimiento, con los jadeos del apuro por terminar esa crónica antes de tener que apretar el timbre del colectivo y bajar en la parada. No es un libro para ser leído en la comodidad mullida del sofá del living, desde la primera página a la última. Es un libro para ser leído con la urgencia y el ritmo vertiginoso con que fue escrito, la del Cristian Alarcón cronista en la redacción de un diario, teclea que te teclea, para terminar antes que echen a andar las rotativas.
Así lo empiezo, minutos después de recibirlo, en el 92 rumbo a una de mis clases, a las seis de la tarde, de parada. Y así lo iré leyendo, en bondis y subtes, hasta terminarlo en un micro de larga distancia, a la madrugada, a la luz mezquina del colectivo que da barquinazos y se interna en la médula de mi provincia, entrando en cada pueblito minúsculo que haya en el camino; un lechero que no me permite dormir pues cada vez que lo logro entra en alguna terminal encendiendo todas las luces, el chofer gritando el nombre de la localidad: Crespo, Nogoyá, Urdinarrain. Paciencia entonces, me digo y me dispongo a atravesar el resto del viaje y de la noche con lo poco que me queda de Un mar de castillos peronistas. Esta serie de “crónicas desorganizadas”, como dice el subtítulo, que me reencuentran con el Alarcón que leí primero, el de Página 12, el que ya me fascinaba antes de convertirse en el escritor atrapante y vertiginoso de Cuando me muera quiero que me toquen cumbia y en el de la exquisita pieza, una vuelta de tuerca delicada a la non fiction local, de Si me querés quereme transa.
Aquí, en este puñado de crónicas breves pero intensas, recuperé al cronista de la urgencia, de la inmediatez, de la mirada sagaz, que cala hondo. La mirada de Cristian Alarcón encuentra belleza allí donde el resto sólo ve miseria; personajes entrañables y singulares donde los demás ven freakies de feria; historias siniestras donde otros simples escenas de la vida cotidiana o una noticia más, narrada con la distancia de la supuesta objetividad periodística. Leer este libro fue como abrazar a un viejo amigo y dejarse abrazar por sus textos.