Por Julieta Grosso
Hace casi 17 años que la autora de "Narcosur" y "Narcofugas" decidió hacer un cambio de vida rotundo y aplicar en un sentido amplio aquello que aconsejan los manuales de periodismo: esquivar las simplificaciones, no dejar que la mirada se anestesie.
Y así fue como un día de septiembre de 2002 cambió su trabajo en el diario Reforma por un pasaje a Buenos Aires con futuro incierto.
La estadía en la Argentina pensada como una aventura de tres meses se transformó en un novedoso territorio de operaciones donde logró construir una voz narrativa que enuncia con mordacidad los vaivenes de la política local al mismo tiempo que describe sus estados emocionales y da cuenta de distintas inflexiones, como la que vivió el periodismo durante el conflicto con el campo que en 2008 enfrentó al gobierno de Cristina Fernández con el sector agropecuario; por entonces, ella se desempeñaba como corresponsal para la agencia de noticias mexicana Notimex.
"Al gran pueblo argentino" (Marea Editorial) reúne un conjunto de crónicas que condensan la experiencia de adaptación de la periodista con el surgimiento de su especialización en cuestiones de narcotráfico, y recoge algunos de sus máximos hallazgos, como la entrevista que le hizo al presidente Mauricio Macri en 2016.
- Télam: ¿Cuánto tiempo le llevó dar con esa voz propia que con tanta naturalidad incrusta fragmentos de su vida en el análisis periodístico de los fenómenos?
- Cecilia González: Eso solo se logra con el tiempo. En mis talleres suelo toparme con alumnos preocupados por el tono, el estilo. Siempre les recuerdo que el periodismo y la escritura son oficios, entre más los ejerzas, más vas a poder desarrollarlos. Todos nuestros consumos culturales en algún momento se van a reflejar en la escritura, es un proceso y debemos tener paciencia. No hay una sola forma de posicionarse para escribir, no hay fórmulas, lo que hay son procesos personales. En la Argentina perdí el miedo a escribir en primera persona, a relacionar mis experiencias personales con los acontecimientos sociales, pero las experiencias son individuales.
- T: ¿Y cuánto le costó superar el riesgo a la exposición y convertirse en sujeto de crónicas como las que dedica a testear la fiabilidad de una agencia de citas o a describir una experiencia amorosa con los atentados de París como telón de fondo?
- C.G.: Las crónicas sobre mis relaciones tienen que ver con el psicoanálisis. En el diván aprendí a desdramatizar mi vida. En el caso de mis relaciones amorosas, antes las vivía como dramas telenoveleros, bien a la mexicana. Pero después aprendí a darles otro foco, a veces incluso divertido, y eso logré traducirlo en esas crónicas. También forma parte de un proceso en el que dejé de tomarme las cosas tan en serio. Está bien, es muy sano reírnos un poco de nosotros y contar historias que les son comunes a otras personas, y la búsqueda del amor de pareja es universal.
- T: Uno de los fenómenos que a veces resultan más inteligibles para los corresponsales que trabajan en la Argentina tiene que ver con entender la lógica del peronismo ¿Cuál fue su experiencia intentando entender la dinámica de la política argentina?
- C.G.: Nunca he sentido que el peronismo sea un misterio indescifrable. Desde que llegué y estudié la historia argentina, lo entendí como un movimiento político, el más fuerte y duradero del país, con sus aportes positivos y negativos, con sus contradicciones y sus divisiones y conflictos internos, lo que no es ajeno a otros movimientos o partidos políticos añejos en otras partes del mundo. A veces siento que se exagera la postura del "enigma" peronista. Para mí, al contrario, me parece muy atractivo tratar de entender, y sobre todo de explicar, su permanencia como fuerza política protagonista de la Argentina.