Marea Editorial

Carolina Muzilli: obrera, socialista y feminista

Con este título, Editorial Marea lanza una rigurosa investigación de Mabela Bellucci sobre una de las más notables luchadoras y escritoras de las mujeres y de las infancias a principios del siglo XX.

Carolina Muzilli fue una luchadora obrera, escritora y periodista a favor de los derechos laborales y sindicales de las mujeres. También por conquistas históricas como la ley de divorcio vincular, derechos de la niñez, entre otros [1].

La investigadora Mabela Bellucci reconstruye su historia de vida y describe las condiciones de las proletarias de principios del siglo XX, cuyos puntos salientes eran salarios escasos y menores en comparación con sus compañeros y acoso sexual por parte de capataces y empleadores. A esto se sumaba la ausencia de derechos políticos, civiles y sexuales.

En ese mundo vivió y combatió Muzilli junto a otras compañeras de militancia y amigas inseparables: Alfonsina Storni, Gabriela Laperrière de Coni, Adelia Di Carlo, Alicia Moreau, Cecilia Grierson y Julieta Lanteri. El lema que guiará su accionar era: "Ayudémosnos las unas a las otras".

Sobre la autora

Mabela Bellucci es archivista, editora y activista feminista queer LGTB. Sus investigaciones giran en torno a las coaliciones políticas entre los movimientos feministas, la comunidad LGTB+, los Derechos Humanos y las izquierdas anticapitalistas. Es magíster en la Carrera de Especialización en Estudios de la Mujer en la Facultad de Psicología (UBA) e integra la Cátedra Libre Virginia Bolten en la Facultad de Humanidades (UNLP).

Es autora de Orgullo. Carlos Jáuregui, una biografía política (2010) e Historia de una desobediencia. Aborto y feminismo (2014). Compiló junto a Mariana Smaldone El segundo sexo en el Río de la Plata (Marea, 2021) y coeditó Desde la Cuba revolucionaria. Feminismo y marxismo en la obra de Isabel Larguía y John Dumoulin (2018). Dirige y escribe junto a Juan Queiroz en la revista digital Moléculas Malucas. Archivos queer y memorias fuera del margen. También fue colaboradora del periódico obrero Nuestra Lucha, impulsado por las obreras de la textil Brukman y los obreros de FaSinPat (ex Zanon) bajo control obrero, entre 2002 y 2005. Y columnista invitada, en numerosas ocasiones, de La Izquierda Diario.

Actualmente, es investigadora en el marco del Proyecto UBACYT "Comunicación, cultura y espacio público en dictadura y postdictadura: miradas desde las instituciones y las formaciones" del Instituto de Investigación Gino Germani (FSOC-UBA).

Biografía de una obrera socialista y feminista

Transcribimos a continuación, un extracto del primer capítulo de la obra de Bellucci. El libro recorre no solo la biografía militante de Carolina Muzilli, sino también aspectos menos conocidos de su vida privada e incluye una análisis sobre el movimiento obrero del sector gráfico, la situación de las mujeres en el trabajo asalariado industrial, la organización impulsada por mujeres socialistas de la Unión Gremial Femenina, además de homenajes y recordatorios a la trayectoria de Muzilli.

Yo llamo feminismo de diletantes a aquel que solo se interesa por la preocupación y el brillo de las mujeres intelectuales. [...] Es hora de que ese feminismo deportivo deje paso al verdadero, que debe encuadrarse en la lucha de clases. De lo contrario será un movimiento elitista.

Carolina Muzilli, 21 de octubre de 1916

Nació en Buenos Aires el 17 de noviembre de 1889, en un modestísimo hogar de inmigrantes italianos, una familia proletaria con cinco hijos que vivía en las inmediaciones de las avenidas San Juan y Entre Ríos, del barrio porteño de Constitución. Su padre, Cayetano Muzilli, se desempeñaba como obrero de la construcción, y su madre, Victoria C., era ama de casa. Tenía cuatro hermanos (Francisco, María Rosa, Filomena y José). Los mayores habían nacido en Italia y los menores, en nuestro país. En una familia proletaria, ser mayoría de mujeres implicaba un detrimento en la economía, por los magros salarios que recibían ellas en sus trabajos. Al parecer, había en el núcleo familiar cierta simpatía por los ideales socialistas. Por esta razón, desde muy pequeña Carolina escuchaba en las tertulias inquietudes por construir una sociedad más igualitaria. Si bien algunas investigaciones señalan que ella fue autodidacta, lo cierto es que consiguió el permiso de sus padres para ampliar los estudios primarios, rango habitual, en el mejor de los casos, para una niña pobre. Si bien no accedió a estudios universitarios, sí cursó en la escuela pública; más aún, lo hizo en una institución de prestigio como es la Escuela Normal del Profesorado de Lenguas Vivas. Esto estaba vedado a las personas de su clase, que, una vez finalizada la instrucción primaria, debían abandonar toda aspiración educativa a futuro. Por esa razón, y por su condición de clase, debió trabajar de costurera para costearse sus estudios. Apenas se lanzó la apertura del Centro Socialista Femenino (CSF), Carolina, siendo una adolescente de trece años, participó de él junto con otras jóvenes.

En la multiplicidad de ensayos e investigaciones en nuestro país relacionados con su trayectoria se devela que fue Gabriela Laperrière de Coni –escritora, periodista, activista de la salud pública, feminista clasista– la que instó a Carolina a estudiar la prensa y la literatura socialista.

En un artículo del periodista Félix Lima “Mujeres socialistas” publicado en la revista Fray Mocho del 30 de abril de 1915, ella declaraba que su vocación socialista había comenzado siguiendo las conferencias de Gabriela L. de Coni.

Otro personaje protagónico en su vida fue el diputado nacional, abogado, escritor y profesor socialista Alfredo Palacios, quien también la impulsó a participar en conferencias en los centros socialistas. En su propio testimonio al periodista Félix Lima, le expresaba cómo había tramitado su ingreso a las filas socialistas, cuando todavía tenía diecisiete años: “Escribí una carta al CSF de Buenos Aires solicitando mi inclusión. Le escribí a Juana Clerck y recibí una respuesta positiva de aceptación”. En 1907, siendo mayor de edad, se afilió al Partido Socialista en el local del Centro Socialista Obrero (CSO) en la sección 12.8 Este mismo centro promovía campañas a favor del sufragio femenino, la igualdad de derechos civiles y jurídicos entre el hombre y la mujer, el divorcio, la supresión de la discriminación de los “hijos naturales” y la educación laica.

Poco tiempo más tarde, su militancia obrera feminista la llevó a participar como adherente en el Primer Congreso Femenino Internacional de la República Argentina, realizado en Buenos Aires entre el 18 y el 23 de mayo de 1910, organizado por la Asociación Universitarias Argentinas (AUA), presidida por la doctora Petrona Eyle, y con las siguientes entidades argentinas que adhirieron: la Asociación Obstétrica Nacional, el Centro Juana Manuela Gorriti, la Asociación Nacional del Profesorado, Biblioteca Nacional Non Plus Ultra, la Asociación Nacional Argentina contra la Trata de Blancas, el Centro Socialista Femenino, el Círculo Médico y Centro de Estudiantes de Medicina, la Liga Nacional de Mujeres Librepensadoras, el Grupo Femenino Unión y Labor, la Sociedad Protectora de Indígenas, la revista La Nueva Mujer de La Plata. Este acontecimiento inaugural tuvo lugar en el salón de la Unione Operai Italiani, en la calle Cuyo 1356. Entre las comisiones que funcionaban se encontraban las de Sociología, Derecho, Educación, Ciencias, Letras, Industrias y Artes. La presidencia del Congreso estuvo a cargo de Cecilia Grierson –feminista y socialista, primera médica de nuestro país y pionera en las luchas por los derechos civiles y políticos de sus semejantes– y la secretaría general estuvo en manos de la médica feminista Julieta Lanteri. Justamente ella fue quien lanzó tal propuesta para festejar el Centenario de la Revolución de Mayo. Contaba con la participación de delegadas de la Argentina, Perú, Chile, Uruguay e Italia.

En enero de 1912 el Centro Socialista Obrero (CSO) donde ella se había afiliado llevó al X Congreso del PS una propuesta que había presentado Carolina sobre la sindicalización de la mujer trabajadora y de reglamentación del trabajo a domicilio.

Ese mismo año se empleó sin sueldo en el Departamento Nacional del Trabajo, en tareas de inspección laboral, actividades que le permitía consagrarse a la solución de múltiples conflictos debido a su frecuentación de los conventillos de los barrios fabriles. En aquellos oscuros sitios, su encendido espíritu siempre arrojaba una luz o reparaba una injusticia. Más allá de que también promovió la defensa de los derechos civiles de sus congéneres, una de sus contribuciones más importantes consistió en el análisis de las condiciones de trabajo de mujeres y menores empleados, denunciando la dramática situación de explotación que vivían en los talleres, fábricas y comercios, como también los problemas de salud más frecuentes que padecían: reumatismo, ciática y tuberculosis. Visitaba establecimientos industriales y comerciales para efectuar encuestas que le permitieron realizar, finalmente, un informe sobre las realidades laborales. De esa práctica derivó un interés particular por la construcción de estadísticas sociales, sobre lo que escribió e intervino en grupos técnicos. Incluso, cuando no podía acceder a la información directa para sus publicaciones, se hacía contratar en las industrias como modo de interiorizarse del contexto. Este conocimiento que ella proponía representaba un cúmulo de saberes que circulaban en los circuitos universitarios, en las esferas gubernamentales y entre la militancia socialista.

De acuerdo con lo escrito por el integrante de la Universidad Libre Samuel E. Bermann, en su artículo “Carolina Muzilli” publicado en la revista Nuestra Causa del 10 de agosto de 1919, ella empleaba un verdadero método científico: Recorría las fábricas y talleres tomando nota de las condiciones de trabajo, registrando el número de horas de labor y el salario, la acción maléfica de las emanaciones industriales, la acción degenerativa sobre el organismo de ciertas industrias (comparando la talla, peso, capacidad respiratoria, etc.), hacía estadísticas comparadas de morbilidad y mortalidad, llegando a emplearse ella misma en establecimientos inaccesibles a su investigación.

En 1913, participó en el Primer Congreso Americano del Niño organizado en Buenos Aires por Julieta Lanteri, del que Alicia Moreau fue secretaria general. Tres años más tarde, intervino en el Segundo Congreso Panamericano del Niño llevado a cabo en Buenos Aires, al cual asistieron delegaciones de Bolivia, Brasil, Chile, Ecuador, El Salvador, Paraguay, Perú y Estados Unidos. Se desarrolló en la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires y constó de siete secciones: Derecho, Higiene, Psicología, Educación, Asistencia a la Madre y al Niño, Sociología y Legislación Industrial.

Colaboró con sus informes para que el diputado Palacios librase una lucha parlamentaria en defensa de las mujeres y los niños.

Entre tanto, el escritor Manuel Gálvez acudió al reporte de Carolina para utilizar los datos fundamentales sobre las formas de explotación a las que estaban sometidas las empleadas en las grandes tiendas porteñas. Nuestro escritor, a quien ella conocía del diario La Vanguardia, más adelante escribió con esas mismas referencias su novela Nacha Regules. Para que no quedasen dudas, él lo consignó de esta manera en sus recuerdos: “Los pormenores sobre el trabajo de las mujeres en las grandes tiendas no son inventados ni falsos. Me los dio Carolina Muzilli”.

Por esas vueltas de la vida, Carolina terminó refugiándose en las sierras de Córdoba, en un pueblo llamado Juan Bialet Massé, como recuerdo del precursor del derecho laboral en la Argentina del siglo xx. Su clima seco era beneficioso para la salud de las personas con tuberculosis. Su hermano José la acompañó cuando ella decidió instalarse ahí por prescripción médica. Había contraído esa grave enfermedad a causa del agotamiento físico por la intensidad de su trabajo sindical, político e intelectual. Estuvo internada en el Hospital Colonia Santa María de Punilla, creado en 1900 como centro de atención para los pacientes de tisis. De acuerdo a lo narrado por el historiador Adrián Carbonetti, los reglamentos de esta institución eran por demás rigurosos y estrictos: Se prohibía al enfermo intervenir sobre su propia enfermedad ya que en el artículo 12 del citado reglamento se estipulaba: “será considerado acto de indisciplina cualquier indicación por parte del enfermo respecto al tratamiento hecho al médico que lo asiste, debiendo limitarse a exponer sus dolencias, sus necesidades y quejas”. Pero también les estaba prohibido el derecho de salir del sanatorio. Las transgresiones eran castigadas con reclusión en la cama por tiempo variable, dieta, privación de paseos y salidas y expulsión, que de llevarse a cabo era una condena a muerte.

Con 28 años esta luchadora murió, el 23 de marzo de 1917, en Juan Bialet Massé. Sus restos se encuentran en la bóveda de la familia del escritor socialista Agustín Álvarez en el Cementerio de la Recoleta de Buenos Aires, cedida gentilmente por la familia Álvarez debido a la amistad que mantuvieron ellos dos, así como a su militancia y labor literaria.