Cada vez que habla de Candela Sol Rodríguez se le llenan los ojos de lágrimas y no se esfuerza en ocultarlo: Candelaria Schamun siguió el caso de la nena más buscada del país desde el 23 de agosto del 2011, un día después de su desaparición. Admite que la muerte de la víctima de 11 años le impactó, y que incluso hace poco tenía una foto de ella en la heladera. “Si no se quiso llegar al culpable fue porque la persona que actuó tenía un paraguas político o policial”, sostiene.
– ¿Por qué creés que Candela Sol Rodríguez es un cordero de Dios?
– Durante su cortejo fúnebre escuché a una mujer que la despedía con esa frase: “Fue un cordero de Dios”. Es algo que también lo decía mi abuela y hace referencia a la muerte de un ser indefenso. Por eso titulé así el libro. Candela era una nena, que todavía no había gastado ni un par de zapatillas. Llegué a ella por una tragedia y siento que es alguien que conozco un montón, sin haberla tratado.
– ¿Con qué sentimientos te encontraste al momento de investigar el caso?
– El tema me atormentaba. Me atormentaba pensar, querer saber más. Cuando escribís un libro te auto-boicoteás un montón, hay días en que me levantaba y no podía escribir nada, absolutamente nada. Después el tema me generó muchísimos temores.
– ¿Y cuando llegaron las amenazas?
– Por momentos tuve miedo. No sabes quién es el que te está escuchando, no sabes con quien estás hablando, si esa persona puede hacerte daño o no. Desconocés si el que estás entrevistando es de confianza o no.
– Asumiste el caso al día siguiente de su desaparición, ¿cómo te afectó la muerte de Candela?
– Estaba en el lugar donde la encontraron y lo primero que me dijo un tipo en ese momento fue: “Imaginate un chanchito, esos que cuelgan en la carnicería. Bueno, así estaba la nena”. Cuando uno esta cubriendo estos casos y ve eso, es la misma adrenalina que te inmuniza, no sentís nada. Yo sabía que Candela estaba muerta, ya había rumores sobre eso porque no había ningún indicio de vida. Aún así fue un impacto terrible.
– Teniendo en cuenta que tu libro se lo dedicaste a ella, ¿cómo es tu relación con su memoria?
– Todos los días pienso en Candela. Hasta hace poco tuve una foto de ella pegada en mi heladera, y la saqué porque me hacía un poco mal. Escucho su tema preferido que era “Jurabas tú” de Los De Fuego, y pienso en ella. El libro se lo dedico porque me parece que la hicieron mierda a Candela, no solo los asesinos, sino también la justicia, el poder político y los abogados.
– Cuando escuchás su tema preferido, ¿cómo te la imaginás?
– Me la imagino cantando en la casa de su abuela paterna con su prima. Vi un montón de fotos de Candela y le doy vida a esas fotos. Me la imagino disfrazada de Tita Merello cantando “Se dice de mí”. También se me viene la imagen de su final, porque vi una foto de ella muerta y ahí aparece una sensación amarga.
– ¿Sabés qué piensa Carola Labrador, la mamá de Candela, de tu libro?
– Ella niega rotundamente la hipótesis narco que yo sostengo. Sin embargo, lo que digo está fundamentado en la Comisión del Senado que abrió el vicegobernador de Buenos Aires, Gabriel Mariotto. Es más seria y contundente que la abierta por el fiscal de Morón, Marcelo Tavolaro. La hipótesis habla de una operación política vinculada al narcotráfico en San Martín. Carola dice que ella no está metida en nada parecido, ni su familia. Si hubiese tenido fuentes que me llevaran a decir otra cosa, lo hacía. No volví a hablar más con ella, pero creo que actué como debía. No siento que la haya traicionado.
– ¿Creés que hubo complicidad policial para que no se investigue y aclare el crimen?
– Para que funcione cualquier tipo de organización criminal, como la trata de personas, el tráfico de estupefacientes o juego clandestino, es necesaria la complicidad policial. Soy de La Plata, donde viví muchos años, y sé cómo se llama el verdulero o el panadero, pero también dónde se vende la falopa. Es claro que los oficiales tienen conocimiento, porque además cada comisaría tiene un precio: todo lo que se genera por fuera de los márgenes legales es caja que va a la Policía.
– ¿Entendés que fue evidente el mal accionar de la Bonaerense?
– Claro, pero no por torpeza, o porque el caso se les haya ido de las manos. Si no se quiso llegar al culpable fue porque la persona que actuó tenía un paraguas político o policial. Hay un pedido de la Comisión Investigadora del Senado bonaerense para que muchos de los policías que participaron del caso sean exonerados, pero siguen estando. El comisario Hugo Matzkin es uno de ellos y aún es jefe de la Bonaerense. A estos tipos no los sacan así nomás, para que sean apartados tiene que haber una decisión muy fuerte. Lamentablemente, tiempo que pasa verdad que huye.