Por Adriana Meyer en “Desaparecer en democracia” (Marea Editorial)*
CAPÍTULO 8 – Mauricio (2015-2019)
“Como una casa sin paredes, así me siento. Quiero hablar con Horacio Rodríguez Larreta, nos tiene que escuchar, nadie se nos acercó ni para ver cómo estamos. Pasaron dos años, no sé dónde está ni qué pasó. Mi hijo desapareció en medio de Caballito a las dos de la tarde, no en un lugar alejado y oscuro, no puede ser que nadie haya visto nada”. La voz de la mujer de 58 años, madre del policía desaparecido en plena ciudad de Buenos Aires, se quiebra en llanto. “Arshak me acompañaba, me aconsejaba, siempre estaba atento, era un hijo presente”, dice Vardush Karhanyan, a quien llaman Rosita desde que vinieron de Armenia en 1997, aunque dice que “es un nombre inventado”. Ella describe a su hijo menor como muy diligente, pendiente de los detalles, que opinaba sobre la decoración y la ayudaba con los trámites por internet y con algunas compras.
Arshak Karhanyan tenía 28 años, vivía solo en un departamento alquilado en Caballito, estudiaba ingeniería informática en la Universidad Tecnológica Nacional (UTN) y era miembro de la Policía de la Ciudad. Fue visto por última vez el 24 de febrero de 2019 luego del mediodía en un comercio donde compró una pala de punta, mientras estaba de franco. Al día siguiente su hermano Tigran Karhanyan fue a verlo a su departamento, pero nadie atendió, por eso a las cuarenta y ocho horas hizo la denuncia. Fue a la misma comisaría donde trabajaba Arshak y le dijeron que esperara hasta la madrugada del miércoles, el día en que volvía a servicio después de su franco; pero nunca volvió a su trabajo. Su familia confirma que no estaba cómodo en las filas policiales, sobre todo luego de que lo cambiaron de destino para pasarlo al sector Exposiciones, que se encarga de los allanamientos. “Decían que era normal sacarlo de la calle, pero tenía que estar de guardia todas las noches, no llegaba a tiempo a sus clases de la facultad, le cambiaban los horarios y no le daban franco para los exámenes. En los últimos días estaba de mal humor, no tenía ganas de comer, yo presentía que algo malo iba a pasar”. Vardush, que habla un castellano entrecortado, es peluquera (trabajó en Llongueras y en el hotel Hyatt) y dice que por su oficio aprendió a estar atenta, se define como una madre que dejaba libres a sus hijos, que los cuidaba de lejos. Nunca le gustó que trabajara en la policía, le parece algo muy distinto a ser maestro o ingeniero, pero sobre todo cree que hay que tener un carácter diferente del que tenía Arshak. “Hay que ser vivo, como dicen acá”, se ríe. “En televisión dijeron que se fue por sus propios medios, ojalá fuera así porque entonces alguna vez me va a llamar. Pero pasaron dos años, no creo que se haya ido. Me parte el alma ver su moto nueva, me duele todo, no puede haber dejado todas sus cosas, no sé por qué pasó esto, no entiendo nada. Todos los días pienso que no puede ser, la Justicia es muy lenta, hace dos años que dicen que van a cambiar la carátula, pero no creo nada, a veces me enojo en mi cuarto cuando estoy sola. Estoy atenta a otros casos, en medio de la pandemia, pero como extranjera lo veo un poco diferente. La Policía de la Ciudad no lo cuidó, no trabajan como se debe, pensé que lo iban a buscar con más fuerza. Fui hasta el hospital Churruca a poner unas fotos pegadas en las paredes, pero me sacaron de mala manera. Me mandaron a la parada de colectivo como si yo tuviera carteles por un gato perdido”. Las palabras de Vardush dibujan la imagen de la desolación.
Ese día, luego de 23 años de estar en Argentina, quiso volver a su país. No le gusta comparar su tragedia con la que sufren otras madres de desaparecidos, pero cuenta que cuando desapareció Facundo Castro casi no dormía, o se dejaba vencer por el sueño mirando televisión, pendiente de cualquier hallazgo. “No, no es Arshak”, se decía aliviada. Vardush fue recibida por autoridades nacionales dedicadas a la búsqueda de desaparecidos, y ella pensó que habría una actividad a destajo, pero no. “Cumplen un horario”, dice con decepción. “Victoria [Montenegro] dice que lo vamos a encontrar, ella quiere, pero hay cosas a las que no puede llegar, y yo ya perdí las esperanzas, no quiero que aparezca como Facundo [Castro], la madre de Facundo estaba ciento por ciento segura de que lo habían matado, pero yo tengo dos dudas: si lo mataron dónde está el cuerpo, y si está vivo por qué no viene”. Vardush teme que si alguna vez aparece ella ya no esté para verlo. “Si hubiera sido un accidente tendrían que haber encontrado el cuerpo, esconder un cuerpo no es fácil, cuando estaban los militares era diferente, pero en este caso por algo no quieren buscar más, o algo falta, quizás porque somos pobres. Nos quedamos sin proyectos, cuando hablan de muertos en los medios pienso que al menos tienen el cuerpo, me pregunto dónde estará Arshak, él era todo”.
La legisladora porteña del Frente de Todos Victoria Montenegro denunció la directa responsabilidad del gobierno porteño en esta desaparición. La investigación está a cargo del juez en lo Criminal y Correccional 27 Alberto Baños, que demoró meses en autorizar a la familia a ser querellante y no tuvo ningún resultado sobre el paradero del policía. El director nacional de Políticas contra la Violencia Institucional de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, Mariano Przybylski, solicitó ser aceptado como querellante y el traslado de la causa a la Justicia Federal, para investigar el hecho bajo la hipótesis de “desaparición forzada”, enfoque que la legisladora Montenegro comparte. Los investigadores no han encontrado los motivos del crimen, pero están convencidos de que se trata de algo “muy pesado”, que incluso los trasciende. “Sino ya hubieran desplegado algunos de sus otros métodos habituales como simular un accidente. Acá no pueden, hay algo que los supera a ellos también”, razonan.
El 24 de febrero de 2019, Leonel Herba, compañero de Karhanyan en el área de Exposiciones de la policía fue a verlo a su domicilio, tocó el timbre y charlaron durante 36 minutos en la vereda. Arshak entró a su departamento y luego se retiró con la placa policial, el arma reglamentaria y la tarjeta de débito, que nunca fueron halladas. Una hora después, se lo vio en las cámaras de seguridad del cajero Link, ubicado en la estación Primera Junta de la línea A, a diez cuadras de su casa; ahí retiró 2000 pesos y cambió su clave. Caminó hasta avenida Rivadavia y Paysandú, entró a un local Easy y compró una pala. Pagó en efectivo y se la colocó en su mochila. A partir de este momento, no hay más rastros de Arshak. “La fiscalía pidió preservar todas las cámaras que estaban a cinco cuadras del local Easy y de la casa del policía desaparecido, pero cuando pidieron las del día y hora de la desaparición la Policía de la Ciudad mandó a la fiscalía las de dos días después; los registros de las cámaras de seguridad más importantes no existen. El primer rastrillaje de la policía que era el más importante duró pocos minutos y lo hicieron con poco personal. El peritaje sobre el celular personal de Arshak, un Iphone, fue realizado por Cibercrimen de la Policía de la Ciudad que devolvió el teléfono con un cartel que decía ‘desactivado’ y así no se pudo saber con quién habló en los días en los que desapareció. El fiscal Santiago Vismara, a través de peritajes de otras fuerzas de seguridad, descubrió que el procedimiento fue mal hecho y que hubo una posible manipulación para hacer desaparecer el contenido original del teléfono”. Gendarmería acató la orden de la Justicia y llevó a cabo allanamientos. Nunca obtuvo resultados. Por todas estas irregularidades la causa sería trasladada al fuero federal para que se investigara a varios efectivos de la Policía de la Ciudad y en particular Leonel Herba, la última persona que vio con vida a Arshak Karhanyan. Herba tiene que dar explicaciones por contradicciones entre lo que él declaró y lo que declaró su pareja, Jazmín Soto, y por audios de conversaciones telefónicas que se están investigando como indicios de conductas de presunto encubrimiento.
Tigran Karhanyan es el mayor de los hermanos, define a Arshak como una persona culta e informada, e incluso crítica sobre los modus operandi de la policía. Le había contado que algunos de sus compañeros habían entrado a la policía “para robar y hacer negocios”, y que cuando estuvo en Cibercrimen le tocó revisar las cámaras del caso del crimen del fiscal Alberto Nisman. Sus superiores le indicaron que en el acta omitiera uno de los aparatos revisados, y Arshak se negó. Sin embargo, por el largo tiempo transcurrido desde entonces su hermano no cree que ese episodio haya tenido que ver con su desaparición. “Arshak no solía agarrar el arma cuando estaba de civil. Sin embargo, esta vez, hizo todo por llevarla. Cuando se lo ve hablar con Herba está vestido de jogging y remera. Luego aparece con un pantalón, se ve que para ponerse el arma. Pienso en algo turbio vinculado con su trabajo. También que dejó todo como quien va a volver. Incluso se había puesto una campera azul llamativa”, dijo su hermano Tigran. Por su parte el abogado Juan Kassargian manifestó que “la investigación policial arroja numerosas y serias deficiencias, no se puede pensar que se trata de errores sino de un plan para ocultar la verdad”. Kassargian añadió: “Nos indigna el modo en que se produjeron las pruebas y la manera en que actualmente se pone trabas a las medidas que solicitamos”.
El 28 de abril de 2021 el juez Baños rechazó la solicitud de cambio de carátula a desaparición forzada, lo cual fue apelado. El 24 de agosto Vardush fue recibida por el presidente Alberto Fernández en la Casa Rosada. Sus ministros de Justicia y Seguridad anunciaron luego que el gobierno aumentaba a 5 millones de pesos la recompensa por datos sobre el desaparecido. En plena campaña electoral los candidatos, tanto oficialistas como opositores, se sacan fotos con las familias de las víctimas, quienes esperan que el gesto sirva como presión en los juzgados y fiscalías donde duermen sus expedientes.