El autor es un reconocido periodista que buceó largo tiempo en archivos, recogiendo testimonios y cotejando fuentes, para publicar esta narrativa que va desde la conquista hasta nuestros días.
En su largo recorrido, Bazán encontró claras recurrencias históricas en la actitud frente a la homosexualidad como comentó el autor en entrevista con Marcelo Justo, de la BBC.
¿Cuál es elemento más destacado del libro?
Lo interesante es ver cómo desde el poder siempre se caracterizó a la homosexualidad como un enemigo.
Cuando el poder estuvo claramente en manos de la Iglesia Católica era un pecado. Cuando a fines del siglo XIX y principios del XX el poder pasa a manos de la ciencia con el positivismo, la homosexualidad pasa a ser una enfermedad.
Y después, en la sociedad civil, la homosexualidad pasa a ser un delito.
¿Fue muy difícil encontrar material histórico sobre este tema, que se caracteriza precisamente por haber sido reprimido y ocultado durante tanto tiempo?
No fue difícil encontrar registros. Se castigaba para que se supiera que se estaba castigando.
Uno de los primeros registros es de 1500, cuando bajo Núñez de Balboa se manda a "aperrear" (castigar con perros) a un cacique y "cincuenta putos" (sic), como dicen las Crónicas de Indias.
En esto Oviedo, Gómara o Anglería, que son los cronistas de época, fueron muy claros en decir que los indígenas que habían encontrado eran sodomitas, eran herejes y eran caníbales.
¿En el caso de Argentina cuáles fueron los primeros testimonios en este sentido?
Hay registros muy claros de muchas naciones indígenas donde la sexualidad, más allá del eje homosexualidad-heterosexualidad, tenía otras variantes que obviamente los conquistadores españoles no supieron ver.
Desde una sexualidad exuberante y ligada a lo espiritual, como tenían los mapuches, hasta cuestiones más prácticas, como en algunos grupos guaraníes.
Esta actitud de la conquista, muy relacionada con la religión, tuvo una continuidad en la mirada científica que adoptó prácticamente la misma actitud...
Sí, paradójicamente, e incluso estando en contra de la religión. En la escuela cientificista fundada en Argentina por José Ingenieros, se usa claramente el tema de la homosexualidad y de la sexualidad en general como un ordenador social, dando pie a todo tipo de exclusiones que terminan en la Ley de Residencia, por la que se puede echar a alguien por cuestiones políticas.
Esta gente incluso llegó a estudiar el anarquismo como una enfermedad, con síntomas y todo esto.
¿A partir de qué momento empieza a cambiar esta situación?
La homosexualidad es un pecado nefando. Nefando es aquello de lo que no se puede hablar, y esto fue el principal castigo durante quinientos años.
Más o menos a principios de la década de los sesenta se empieza a hablar, por supuesto con una mirada totalmente moralista, del asunto pero como reconociendo que existe.
En 1967 está el primer grupo de derechos homosexuales en Argentina que se llama "Nuestro Mundo", que es la vanguardia más o menos con lo que pasaba en todo el mundo.
¿Cómo definirías la situación actual?
Si bien no estamos en una época de esplendores, de libertades individuales, hay un crecimiento democrático muy grande dentro de la sociedad que está entendiendo cómo es la convivencia.
Todo empieza en el 83; esta mentalidad democrática avanza. Hay cada vez mayor número de libertades que fueron conseguidas de parte de la minoría.
La unión civil en Buenos Aires y la provincia de Río Negro determina que estos cambios están dándose no sólo en la sociedad sino también en la sociedad política.
Este año va a entrar al Congreso una ley de unión civil a nivel nacional. Vemos que va a tener un mayor peso porque a nivel de legislatura es poco lo que se puede reglamentar.
El libro está centrado en Argentina. ¿Se puede hablar de un desarrollo similar o paralelo en otros países de América Latina?
Si bien en principio es igual porque Argentina sufría la inquisición a través del tribunal de Lima, en general hay algunas particularidades.
Se ven en la literatura. En Chile o en Brasil hubo novelas que tocaban en tema homosexual ya en el siglo XIX.
En Argentina, la primera referencia clara aparece en 1926 en el "Juguete Rabioso" de Arlt, y como una cuestión de sorpresa.