Marea Editorial

Agustina Caride retrata a Las Espartanas, las primeras rugbiers en prisión

La ganadora del Premio Clarín Novela 2021 se adentra en el penal de San Martín para conocer a las deportistas. Y cuenta en ¡Vamos las Pibas!, la transformación emocional de ese grupo de mujeres encarceladas. Por Leila Torres

El silbato suena en el aire denso de la Unidad 47 del penal de San Martín, pero esta vez, no es un llamado de atención, sino el inicio de algo inédito: un partido de rugby. Las protagonistas son las Espartanas, el primer equipo de rugby femenino formado en una prisión en Argentina. Detrás de esta historia está la escritora Agustina Caride, quien con su libro ¡Vamos las Pibas!, narra la transformación de un grupo de mujeres encarceladas que lucha, en equipo, por mucho más que un simple juego.

Agustina Caride nació en Buenos Aires en 1970 y desde joven mostró una pasión por las letras que la llevó a estudiar esa carrera en la Universidad de Buenos Aires. Su carrera profesional ha sido diversa y rica: desde crítica literaria en el diario Ámbito Financiero, hasta tallerista y correctora. Pero además, había otro deseo: el de realizar actos de servicio. Era una idea que nunca encontraba su momento: “Cuando mis hijos sean más grandes, cuando tenga más tiempo”, se prometía a sí misma.

Con la pandemia, dejó de postergar ese deseo y se sumó a “Convidarte”, un proyecto solidario que ofrecía viandas a barrios populares. Fue finalmente con Vamos las pibas que logró fusionar su pasión por la literatura con la posibilidad de ayudar a una comunidad desde las palabras. El libro, que hibrida el género de la crónica con la novela, relata la historia de Las Espartanas, un grupo de rugby de mujeres: Paula, la loca flaquita; Caty, la Santa, de flequillo teñido; Gisela, con su nariz fracturada; Sandra, la romántica; Jessica, la heavy, todas condenadas a prisión.

Uñas largas y aros

La escritora conocía el grupo de rugby Los espartanos, pero sabía que con mujeres se iba a sentir más cómoda, que había más posibilidad de empatía y conexión. Por eso se unió –de cierta manera– a Las Espartanas que, lideradas por su entrenadora Carolina, enfrentaron el desafío de jugar con uñas largas y aros puestos, bajo un grito de guerra que resonaba más allá de los muros: "¡Vamos las pibas!".

Un 8 de marzo, Día internacional de la mujer (como si estuviera guionado), Caride llegó al centro penitenciario repleta de dudas y, también confiesa, de prejuicios. Las mujeres estaban terminando de pintar un mural sobre la violencia de género: “Estamos siendo castigadas por una bestia feroz. Hambrienta de violencia en todos sus aspectos. Castiga y daña sin piedad. A través de nuestro mural, homenajeamos y acompañamos a todas las valientes mujeres que padecen la aberrante y atroz Violencia de Género”, le explicaron. La empatía fue inmediata.

Otro de los prejuicios que tuvo que derribar la escritora fue el que construye el imaginario social sobre cómo es la vida en la cárcel. Cuando se encontró con un pabellón alargado y celdas con camas a las que las presas llamaban “casa”, se dio cuenta que todavía quedaba mucho por aprender. Creyó, además, que Las Espartanas no iban a querer compartir sus historias y resultó todo lo contrario: tenían un deseo enorme por dar a conocer sus vivencias y su cosmovisión “al afuera”.

Si alguna vez Caride pensó al rugby como un deporte violento, la experiencia le mostró otras posibilidades. En el libro, desarrolla cómo la entrenadora no solo las formó en la técnica de esa disciplina, sino que también les dio una razón para salir adelante cada día. "La pertenencia al equipo les dio identidad. Ya no eran solo individuos, sino parte de un todo", explica la escritora.

"El rugby es inclusivo, cualquier cuerpo tiene un lugar", dice Caride en la entrevista a Clarín Cultura y describe cómo este deporte permitió a las mujeres del penal encontrar un sentido de pertenencia y comunidad que nunca antes habían experimentado. No es solo una cuestión de ejercicio físico; el rugby ofrece una estructura y un propósito. "Ellas vivían en un metro cuadrado, tenían solo su camita. Ahora pertenecen a algo más grande", reflexiona.

La historia de estas mujeres es un testimonio de resiliencia. Muchas de ellas, como Paula, la "loca flaquita", o Jessica, "la heavy", cargan historias de vida complejas y dolorosas. Sin embargo, en el campo de juego, esas etiquetas se transforman. Cada título de los capítulos refleja su rol en el equipo y su historia personal. Es un viaje desde la oscuridad hacia la redención.

El rugby, en este contexto, actúa como una metáfora de la vida misma. "No sabía nada de rugby antes de empezar este proyecto", confiesa la escritora. Sin embargo, al igual que las Espartanas, aprendió sobre la marcha, adaptándose y descubriendo que este deporte tiene un poder único: "Les dio algo que mirar hacia adelante, algo que esperar cada semana", afirma.

Una razón para prepararse

La Fundación Espartanos también desempeña un papel crucial, ofreciendo apoyo y oportunidades para la reinserción social de las mujeres una vez que cumplen sus condenas. "El rugby les ofrece un corte con el día a día monótono y les da una razón para prepararse, para salir a la cancha y enfrentarse al mundo", explica Caride.

A lo largo de su carrera, la ganadora del Premio Clarín Novela 2021 ha sido reconocida por su talento literario. Ha ganado distinciones por tres de sus cuentos y obtuvo una beca del Fondo Nacional de las Artes. Fue finalista del concurso Cántaro organizado por la editorial Kapeluz en 2018 con su obra El ladrón de finales (infantil), ganó el premio de novela Young Adult del concurso Soy Autor por Los sueños también flotan en 2020.

A la hora de escribir ¡Vamos las pibas!, Caride tuvo que realizar un balance entre la ficción y la realidad. ¿Qué tanto podía decir sobre personajes que existían en realidad?¿Qué hechos merecía la pena contar y cuáles debía ocultar? “Por momentos tuve que limitarme”, afirmó la escritora. “En la ficción hacés lo que se te canta con los personajes: “los subo, los bajo, los acuesto, los despierto, los mato, los revivo. No te importa, pero acá hay personas del otro lado”, señala.

Para lograr este equilibrio uno de los mecanismos fue reemplazar los nombres reales por unos ficcionales. Además, preguntar mucho si era pertinente o no contar alguna escena puntual. Caride debió lidiar con el límite: “No, porque quizás lo leen mis hijos y no quiero que sepan eso”, respondía alguna de las protagonistas.

“Siempre escribí porque es algo que me va saliendo y no puedo evitarlo, como que sale por el poro. Pero me di cuenta que escribo para un lector, con que a un lector le haya cambiado en algo el libro, mi trabajo está hecho”, concluye.

¡Vamos las Pibas! es una crónica que recorre ese territorio donde las segundas oportunidades son una posibilidad, un relato que ilumina la irrupción del cambio en los lugares más inesperados.

 

Agustina Caride básico

Nació en Buenos Aires, en 1970. Estudió Letras en la Universidad de Buenos Aires (UBA) y paisajismo.

Fue crítica literaria en Ámbito Financiero y colaboró en distintas revistas. Trabajó en la industria editorial en distintas áreas y como gestora cultural.

Obtuvo una beca del Fondo Nacional de las Artes; distinciones por cuentos y salió finalista con la novela El ladrón de finales (infantil). Los sueños también flotan (2020) obtuvo el primer premio del concurso Soy Autor, Quipu, y Donde retumba el silencio (2021) ganó el Premio Clarín Novela.

Tiene trece títulos publicados. Actualmente dicta talleres y seminarios de escritura y lectura.

¡Vamos las pibas! Las Espartanas, el primer equipo de rugby de mujeres en prisión, de Agustina Caride (Marea)

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